miércoles, 19 de noviembre de 2008

SANTA DE MI DEVOCIÓN

"Un milagro es un efecto que supera la fuerza natural de los medios empleados para realizarlos" Pascal


A un lado de la Iglesia de San Pedro, haciendo esquina entre las calles Imagen y Sor Ángela de la Cruz, en Sevilla, hay una pequeña glorieta con una estatua de la Santa que da nombre a la calle. Es una santa muy querida, por eso desde su pedestal sus pies de mármol siempre están rodeados de flores. Yo también le tengo gran devoción, aunque aún no le he llevado nunca un ramo ¡y no será porque no tenga mucho que agradecerle! ...Y es que yo hasta hace poco no hacía más que lamentarme de mi suerte y de mi vida. Me sentaba en un banco cercano a ella, como este mismo en el que estoy ahora, y me pasaba horas mirándola y pensando que no hubiera yo dado por no ser yo. Luego me levantaba, y otra vez a tirar pa lante, como si nada. Porque las santas de verdad como ella, incluso muertas siguen haciendo mucho bien... Yo creo que cuando una nace con madera de santa se sabe desde el principio, aunque la mayoría después no lleguen a ejercer (unas porque se casan, otras quizás por falta de confianza en si mismas y otras sencillamente digo yo que porque no les dará la gana. -En mi caso la culpa la tuvieron los pechos. Muy jovencita me crecieron un buen par de tetas y cuando quise darme cuenta ya trabajaba como fulana, que es el final que tenemos muchas santas en potencia... aunque supongo tambien que ser la mayor en una familia de 12 hermanos en la que no había con que alimentarse tampoco fue lo que se dice de gran ayuda, y conste que yo no culpo a nadie de mi situación...Pero volviendo a ella, a mi santa, ¡Qué sufrida era y que valor tenía!, no sólo dedicó su vida y su obra a consolar a los que no podían permitirse consuelo, si no que además lo hacía aplicándose grandes penitencias y mortificaciones. Así, voluntariamente, sólo para sentirse más cerca de Jesús... Ella dijo a las hermanas de su congregación: "nuestro país es la cruz, fuera de ella somos forasteras" Y vaya si lo cumplía, les aseguro que he visto la tarima de madera donde dormía, los cilicios con los que se abría las carnes y la austeridad con que vivía e impresiona... y miren que por mi profesión una ha visto ya de todo... Pero en realidad lo mio va más allá de la admiración; lo que yo habría querido es sencillamente ser ella. Y como ella, tener un hombre que velará mi tumba y mi recuerdo. Porque he observado que aquí hay un hombre que siempre está cerca de la estatua. Es su guardian. Cuando yo llego, él ya está aquí, cuando me voy, ahí sigue sea la hora que sea, sin moverse de su sitio, siempre vigilante. Siempre con la misma ropa, con el mismo sombrero, mirando de vez en cuando su inutil relog como dispuesto a eternizar el momento previo a una cita con esa mujer que sólo él conoce y nunca llega. Pero cuando mira hacía la estatua el brillo de sus ojos le delata. Es un devoto, como yo, no tengo la menor duda. Aunque quizás él no quiere que se sepa. En la vida he conocido muchos hombres de todas las clases, de todos los colores, pero ninguno como él. Éste es un caballero. Y no es que yo sea una experta en caballeros, hasta es probable que este sea el primero que veo tan de cerca. Pero desde luego no es como los demás... ¿Qué otra cosa podría ser con ese porte elegante o esa dignidad con la que ha hecho de esa espera inútil la razón de su existir?... Le miro de reojo para no asustarle, y me conmueve la determinación con que ha plantado a su destino para quedarse ahí quieto junto a su dama, la santa, observandola desde su rincón mientras a su alrededor el mundo sigue su curso. Y así
con esa tranquilidad del que sabe que uno está donde tiene que estar se entrega a su noble causa, sin darle mayor importancia...
Un día me encontraba tan triste y tan sola que ya no pude más y le pedí a Sor Ángela que me dejará cambiar de vida, que me ayudará a ser como ella, buena y decente, a preocuparme por los demás, a desvivirme por quienes no conozco, a sentir esa intensa pasión que ella sentía por Cristo nuestro señor. Le pedí por una vez poder ser digna de admiración, que me quisieran como soy, poder subirme a un pedestal y que también a mí, alguna vez, alguien me dedicara por un momento su atención, una mirada furtiva y enamorada en medio del eterno esperar ... Y fijense lo milagrosa que no será esta mujer, que todo, todo me lo concedió.
Ahora tengo mi propia esquina en el parque, pero es una bien distinta a donde trabajaba antes. Las flores que me rodean no son mías pero me alegran la vista igualmente. Ahora soy mimo y muchos se paran a mi alrededor para verme actuar, aunque mi actuación consista en quedarme quieta durante horas, como la estatua que creo ser mientras estoy subida en mi pedestal. Un pedestal inestable que yo misma he fabricado y que a duras penas aguanta mi propio peso, que aunque no es tanto, sé que cualquier día se puede acabar rompiendo. No me importa. Si me caigo me volveré a levantar. Sé que la santa está conmigo y con ella nada temo... Hasta he tenido la ilusión de tener un caballero propio. Es un hombre misterioso que viene de vez en cuando y se para un largo rato a mirarme. Nunca me da ni dice nada, pero hoy a mis pies ha dejado un papel con un poema y lo he traido aquí para leertelo Santa Angela ...


Estatua que pestañeas

¿Qué está pasando por dentro

de tu corazón de piedra?

En medio de este jardín

¿Eres tú quién se conmueve

o es la luz que parpadea?

Y esta emoción que yo siento

¿Es por ti o es el recuerdo

de otra diosa y su dureza,

de otra luz y de otro tiempo?


... Quien me iba a decir a mi que un hombre me escribiría una canción... No sé si volveré a verle mañana, o pasado, o el otro, o la semana que viene, pero sé que estas palabras me acompañaran ya siempre donde quiera que vaya...¡Bendita seas por siempre Madre Angela! De ti dicen que ya desde pequeña imponías tanto respeto que en tu presencia nadie se atrevía a decir una blasfemia o algo impuro. Si éste era el tono de la conversación cuando te veían llegar alguien susurraba: -"callad, que ahí viene Angelita"... A mi eso nunca me ocurrió. Y eso que yo, como tú, también nací con madera de santa. Eso se sabe. Pero yo no soy como tú, ni podré ya serlo nunca. Yo no soy más que un mimo que te quiere mientras se sienta en un banco o pasea por la calle sin que nadie se de cuenta.

P.D: Dedicado a Francisco Barrionuevo, el poeta que creó estos bellos versos que inspiran este relato y cuya generosidad me permite hacer uso de ellos. A mi padre con humildad y agradecimiento.